Los regresos

La mayoría de los que hemos leído “Cien años de soledad” en nuestra juventud fantaseamos en mayor o menor grado con ser José Arcado Buendía hijo, el que un día se fue tras el amor de una gitana y volvió años más tarde al pueblo.
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Accedé a las últimas noticias desde tu email¡Y cómo no! En principio por el hecho de que abandonar todo por un amor es un acto que tiene algo de valentía y bastante de locura. Todos nos hemos querido enamorar así. No es menor la cuestión de que el futuro que le esperaba a José Arcadio en Macondo no tenía mucho de misterio. No tanto por las características del pueblo sino por las del propio protagonista. Uno es en gran parte lo que el contexto le permite ser. Y quien más quien menos, en alguna edad temprana de nuestra vida nos hemos sentido condicionados por el pueblo en que nacimos.
Pero sobre todo, quisimos ser José Arcadio por cómo volvió. Aquel muchacho medio timorato, poco atractivo, de escasas luces, volvió como un hombre de mundo, un prototipo de varón, viril, seductor, valiente, decidido.
